jueves, septiembre 05, 2002

todos tenemos aventuras. reales o ficticias, nos alimentan el lado del cerebro que se ocupa de la imaginación, los sentimientos y las pesadillas. mi amigo me confiesa que se enamoró de una casada. se enamoró aunque se advirtió, minutos antes de besarla (cuando estaba en el baño, enjuagándose la boca, acomodando su pelo, luchando inutilmente con sus glándulas para que dejaran de trabajar) que nada de amor ni promesas ni pendejadas. sexo, puro finito complaciente sexo. se confiesa como un niño que le ha cortado el pelo a la muñeca de la hermana odiosa. escucho y escucho. realmente lo quiero. es mi amigo y quiero verlo herido para que se acuerde de los ratos que pasábamos cuando amábamos sin excusas. finalmente ella se fue. no sabemos si ella alguna vez sintió algo, tampoco podemos averiguarlo, total, el pasado es plano. le digo que creo que fue bueno que se haya ido, de lo contrario ahora mismo se estarían aventando el sartén por una confesión de infidelidad. ambos reimos por segundos y luego prendemos un cigarro. yo no la conocí pero sé que él la imagina mucho mejor de lo que en verdad es. de cualquier forma ahora él tiene un registro más en su gavetita de conquistas... (se enojará porque lo puse así, pero no es tan banal como se lee)