jueves, octubre 10, 2002

mis sesillos siguen empeñados, pero los dedos me hormigueaban y tuve que parar. más bien, disminuir la velocidad. aún no logro parar. sigo caminando con mis "marchitos zapatitos" y chateando cada día menos con el buen cana. él vive en un país centroamericano que algún día conoceré y nunca he escuchado su voz. somos amigos porque así lo quiso el laberíntico yahoo y porque en ese entonces yo andaba muy depre y sólo a un desconocido podía decirle lo que sentía. eso fue hace dos años. putamadre dos años. hablamos 5 días laborales, me pregunta sobre mi trabajo, me echa porras cuando estoy hasta la madre y ya dice que habla como yo. le gusta la yuca o al menos seguido la come y piensa que en otra vida será artista con pelo largo y botas rotas. yo creo que no necesita otra vida para serlo. quien diga que no se puede llegar a sentir algo por estas cosas está bien piedra. yo siento cuando él está triste y luego pone una carita feliz para que piense que todo irá mejor. sé cuando se molesta un chingo porque escribe y escribe y escribe párrafos que me obligan a abrir la ventana para que les vea fin -aunque todos vean el enviroment cursi de corazones, ah! pero dice que se oye chingón cuando le doy al buzz-. el cana es la neta. quizá nunca le pueda llamar por las noches pero mínimo, en horas de oficina siempre está disponible. tendría que escribir muchas cosas sobre él. hacer un blogg sólo con las cosas que diario nos platicamos. hay temas básicos como la que llama "perra" a la recepcionista y el que siempre dice que está "hasta la madre de todo esto" afortunadamente pasamos de esa pareja y ponemos mil letras con anécdotas: lo que me sucedió hoy por la mañana, los encuentros que ha tenido con perezosos (inimaginables para una pinchi defeña que nada más conoce a los que andan en dos patas) y su coche en constante reparación, su negocio extra y mis desvelos por la chamba de free y en común: nuestras constantes ansias de botar todo y salir corriendo. hay veces en que no se puede paparrini, simplemente aguantas cuantas sanguijuelas se te peguen mientras caminas a paso lento y esperas que pronto se harten de tí.