lunes, septiembre 10, 2007

así estuve feliz.
el aire mantenía ardiendo las brasas de un continente que nunca termina de quemarse y después de jugar a secar niños hambrientos y a soplar un poco sobre esos yates que no conocen el verdadero mar, llegó hasta nuestro cuerpo para abrirnos los ojos y con las bocas resecas confesarnos que sí, que nos queríamos. era una felicidad tranquila, un soplo a la pestaña caída, un sueño que se perdió en tus ojos. era mi alegría que se sumaba a tu paz y no me dejaba escribir más. (porque es más fácil escribir sobre destrucción y tristeza. se me da más natural.pero hay momentos, hasta días, en que tanto calor no me combustiona, no me mata. me pone en marcha para amar, para reir y confesarle amor eterno al que se sienta junto a mí.)
y nos hicimos felices. las campanas de la iglesia querían pasear por la plaza ardiente, pero pobres, sólo podían jugar al columpio. y mirarnos. vieron el primer beso, ton ton ton con el segundo y se quedaron quietas para el tercero, ese que iniciamos en la entrada del museo y terminamos en la taberna linda linda.
fue una cápsula de amor puro, de ese que sabe su final. sin drama. sin más calor. agitamos las manos, sonreimos y luego chau.