lunes, enero 20, 2014

santé

por eso tomo ginebra, porque no me emborracha. o quizá por eso sólo tomo tres gin tonic y luego volteo el vaso y me bebo dos litros de agua. por eso bailo como loca mientras sorbo de mi copa si no hay bombay. por eso te beso, para embriagarme sólo con tus secretos y por eso quiero tomarte todo, todo, hasta la gota final de tus recuerdos.

vacuna

Como si te hubiera escrito todas las palabras del diccionario,
apareces en cada búsqueda,
en cada filtro.
 
uso manta de cielo, papel china,
todo para bloquear tus mensajes y de paso los míos,
que iban y venían buscando el matchpoint.

pero tu nombre sale al menor teclazo,
tú jodido nombre con letras repetidas y apellido rojo brillante
que abarca todos los mails hasta el jackeo y mi incapacidad -infantil- de borrar todo,
voltear el cesto y chau! 

eres tú un virus que fácilmente rompe mis barreras,
entra en mis recuerdos, en las jornadas de trabajo,
la enfermedad que hace que pierda las llaves,
que repita dos o tres veces lo mismo (lo mismo mismo)...

estás en mis sueños, combustible y reacción en cadena,
donde vamos atravesando paredes como superhéroes,
buscando la cama perfecta para venirnos como mortales,
para amarnos hasta siempre en los 15 minutos de mi REM.

desapareces y te describes justo cuando estoy por vaciarme de tí,
por curarme después de una semana sin tu afección,
en una sincronía casi tan perfecta como tus dedos apretando mi cintura
y yo en silencio te deletreo, ajeno ajeno
en el cubo eléctrico donde sí nos pertenecemos.

domingo, enero 12, 2014

frozen

atrás aparece el lago que alguna vez nadamos,
desnudos y muertos de frio,

cuando moral era sólo una materia para estudiar
y nos amábamos sin telarañas, sin cronometrar abrazos o analizar dobles intensiones.


y luego sale el pequeño muelle,
donde me diste tus labios púrpuras
y yo anudé mi cuerpo al tuyo prometiéndote 500 amaneceres
a cambio de cajas de pastillas cereza y un ticket to ride.


años después, con el carrete sin película,
la noche crecía entre nosotros y el tic tac eran balas expansivas con preguntas mortales,
callados nos besamos, ignorando que la suerte estaba echada,
echada en camas compartidas por parejas divididas.


una última foto encerró árboles, tierra suelta,
un carbón ardiente dibujando lunas llenas
tus manos entre mi pelo -siempre enredando mis ideas-

y la carga de lo incorrecto acumulándose en mis párpados cerrados.

martes, enero 07, 2014

30 segundos

La primera vez que me habló (sobre libros, lunas y líneas arquitectónicas) la noche era el epílogo de un cuento siniestro. Me vio perdida haciendo garabatos con el sudor de mi vaso, pequeña entre hombres monolito y mujeres maniquí, triste y diluída en la barra del milán. "Y vivieron felices para siempre" fue su hola. Luego dijo su nombre, la indicación de no tener nada (novia, auto, casa...) y preguntó qué bebía. Conocí su risa, profunda y libre, cuando le dije que no quería más cuentos chinos ni finales felices... Creo que ahora me van mejor los comienzos, le confesé. "Es porque no conoces mis finales alternativos mujer, son de lo más divertidos" dijo, antes de terminar su trago y jalarme hacia la puerta. Salimos del bar para escuchar la canción que, estaba seguro, provocaría una necesidad incontrolable de besarlo como agradecimiento por enseñarme la música más hermosa para un final de película. "Pero cuidado querida, que mis besos son escasos", advirtió. Le repetí que nada de cuentos chinos y le puso play. Y sí, lo besé. No por la canción ni por sus ojos de espejo ni por enamoramiento espontáneo. Lo besé para comprobar que siempre, siempre, la mitad del primer minuto del primer beso es lo mejor de los comienzos.